Triduo a Nuestro Padre Jesús del Ecce-Homo.


DEVOTO EJERCICIO SOBRE LA SAGRADA PASIÓN
compuesto por
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO 
y ordenado en forma de triduo para honrar a
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
en el doloroso paso del
ECCE-HOMO 
que se venera en la Iglesia de la Conversión de San Pablo de Cádiz.

Ritos iniciales
(Omitir en caso de haber rezado previamente el Santo Rosario)

V/. + Por la señal de la santa cruz +  de nuestros enemigos + líbranos, Señor, Dios nuestro  +  En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
R/. Amén.

Acto de contrición

       Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero; Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quién sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de Vuestra Divina Gracia,  propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amén.
Día primero

CONSIDERACIÓN
Jesús coronado de espinas.

Del Evangelio según San Mateo:

         Haciendo una corona de espinas la pusieron los soldados sobre la cabeza de Jesús.

Meditación

         Este suplicio de las espinas fue excesivamente doloroso, porque atravesaron por todas partes la sagrada cabeza del Señor, que es la parte más sensible, como que de la cabeza descienden todos los nervios y todas las sensaciones; y porque este tormento fue el más largo de su Pasión, puesto que Jesús llevó hasta la muerte estas crueles espinas clavadas en la cabeza. Cada vez que se tocaban éstas o su cabeza, se le renovaban todos los dolores. La corona fue hecha de muchos ramos de espinas entrelazados y dispuestos en forma de capillo o redecilla; por manera que según la revelación hecha a Santa Brígida, cubría toda la cabeza y descendían hasta la mitad de la frente.
        
         Y según San Lorenzo Justiniano, las puntas de las espinas penetraron hasta el cerebro, y el mansísimo Cordero lleno de dulzura se dejaba atormentar a gusto de ellos sin articular palabra, y sin dar un solo grito; sino que cerrando los ojos por el exceso de dolor, lanzaba frecuentemente agudos suspiros, como un hombre que se halla en la tortura a punto de espirar. La cantidad de sangre que corría de las heridas de su cabeza por sus cabellos, ojos y barba era tanta, que su semblante parecía todo de sangre, según la revelación de Santa Brígida. Y San Buenaventura añade, que no era ya aquel hermoso rostro del Señor el que se veía, sino el de un hombre desollado.

         Hágase ahora de forma privada la petición que se desee.
Día segundo

CONSIDERACIÓN
Jesús escarnecido como rey de burlas.

Del Evangelio según San Juan:

         Y doblando los soldados la rodilla delante de Él se le burlaban diciendo: "Dios te salve, rey de los judíos" y escupiéndole, tomaron una caña y con ella le herían en la cabeza. San Juan añade: "Y ellos le daban bofetadas."

Meditación

         Después que aquellos bárbaros hubieron colocado sobre la cabeza de Jesús la cruel corona, no les bastó apretarla con todas las fuerzas de sus manos, sino que se valieron de una caña como de martillo para introducir más y más las espinas: y enseguida comenzaron a mofarse de Él como de un rey de teatro, saludándole primero con la rodilla doblada rey de los judíos; y levantándose después le escupían en la cara y le daba bofetadas, con gran gritería y carcajadas de menos precio.

         ¡Oh Jesús mío! A qué estado tan lastimero os habéis reducido. Si en este momento hubiera pasado alguno por allí, y hubiese visto a Jesucristo tan agotado de sangre y de fuerzas, cubierto con aquel harapo encarnado, con aquel nuevo cetro en la mano, con aquella corona en la cabeza y abofeteado y maltratado por aquel populacho; ¿por quién le hubiera tenido sino por el hombre más vil y más malvado del mundo? Ved aquí, pues, al Hijo de Dios hecho en este momento el oprobio de Jerusalén.

         Hágase ahora de forma privada la petición que se desee.


Día tercero

CONSIDERACIÓN.
Jesús presentado al pueblo.

Del Evangelio según San Juan:

         Volvió a salir Pilato y les dijo: “Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él” Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto púrpura. Dice Pilato: “Ecce-Homo” que quiere decir “Aquí tenéis al hombre.”

Meditación

         Viendo Pilato al Salvador reducido a un estado tan digno de compasión, pensó que sólo su vista enternecería a los judíos: le condujo, pues, a una especie de galería o balcón, levantó el pedazo de púrpura que le cubría, y mostrando al pueblo el llagado y despedazado cuerpo de Jesús, les dijo: ¡Ved aquí el hombre! Como si hubiera querido decir: Ved aquí el hombre a quien acusabais ante mí de que pretendía hacerse rey; por daros gusto lo he condenado, aunque inocente, a ser vilmente azotado. Vedle aquí reducido ahora a tal estado que se asemeja a un hombre desollado, y que apenas puede ya vivir.

         Si no obstante pretendéis que le condene a muerte, os digo que yo no puedo hacerlo, porque no encuentro razón alguna para condenarle. Pero los judíos viendo a Jesús tan maltratado, se enfurecieron todavía más y pidieron su muerte de cruz. Conociendo, pues, Pilato que no se aplacaban, se lavó las manos a vista del pueblo, diciendo: Yo soy inocente de la sangre de este justo: allá os lo veréis. Y ellos respondieron: Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos.

         Hágase ahora de forma privada la petición que se desee.
Súplicas
(todos los días)

V/. Eterno Padre, por el Dulcísimo Nombre de Jesús, Misericordia. Padre nuestro que estás en el cielo...
R/. Santificado sea tu Nombre...

V/. Eterno Padre, por el Sacratísimo Corazón de Jesús, Misericordia. Padre nuestro que estás en el cielo...
R/. Santificado sea tu Nombre...

V/. Eterno Padre, por la Preciosísima Sangre de Jesús, Misericordia. Padre nuestro que estás en el cielo...
R/. Santificado sea tu Nombre...

Oración Final
(todos los días)

         ¡Oh amor divino! ¡Jesús del Ecce-Homo! Vos quisisteis ser coronado de espinas para alcanzarnos una corona de gloria en el Cielo. ¡Oh dulcísimo Salvador nuestro! Confiamos ser vuestra corona en el paraíso después de habernos salvado por los méritos de vuestros dolores: revestidos con el manto de tu gloria, bendeciremos allí eternamente vuestro amor y vuestras misericordias. Amén

V/. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
R/. como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

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