Novena histórica a Nuestro Padre Jesús del Ecce-Homo.
NOVENA DE EL SSMO CHRISTO
ECCE-HOMO
que se venera en la Iglesia de el Sr S. Pablo y Casa de Recogidas,
compuesta por D. Diego Castellanos, presbytero de esta Ciudad y saca a la luz Doña María de Zamora, Hermana y Devota de dicho Sr. Ecce-Homo a quien se la dedica.
Con licencia: en Cádiz, por D. Juan Ximenez Carreño, Impresor, en la Calle de Herrón.
PREFACIO
LA IGLESIA siempre Madre, siempre llena de una ternura igual para con sus hijos, y siempre atenta a acercarlos mas y mas a su Dios, se esfuerza a excitarlos en estos días, empañándolos a vivir de una manera digna de la santidad de un cristiano; ella les enseña, que esta santidad es una semejanza perfecta con Cristo Jesús, y que ellos deben reglarse por sus ejemplos y aprender de su salvador a buscar sus glorias, en la ignominia de la Cruz; su elevación en los anonadamientos de el Hijo de Dios; y su vida en el preciosísimo valor de su muerte.
Esto es que la Iglesia se esfuerza en insinuar a sus hijos en estos días; y para hacer sensible la bondad, e inefable misericordia de su Esposo Cristo Jesús, nos pone, y renueva anualmente estos días dichosos de Indulgencias; días, a la verdad, los mas apreciables; días que deben exigir nuestra mayor atención, para hacernos dignos, y participantes de las gracias, y beneficio, que a manos llena derrama Cristo Jesús, por medio de su Esposa la Iglesia.
Tales son las razones, y fundamentos, que tiene para emplearse en excitar el corazón de sus hijos, empañándolos a que se reconcilien con su Dios, por medio de una mudanza seria, y permanente de vida, facilitándoles, y abriéndoles su inagotable tesoro de Indulgencias, de las que es el depósito. Ella se entristece, llora, padece por la muerte de su Esposo; quiere que nosotros nos entristezcamos, que padezcamos, y por ultimo, que lloremos con ella. Quiere, que nuestra tristeza sea una pena, no fijada con cárteles, si, un arrepentimiento sincero del pecado, que a tanta costa ha reparado Cristo Jesús: quiere, que suframos con ella para expiar la ofensa, y la pena debida a nuestros pecados: quiere, que muera en nosotros la indiferencia de nuestra salvación, que muramos a nuestros hábitos pecaminosos, y al pecado, por el que fue entregado Cristo Jesús, a los anonadamientos, a los dolores, y a los ultrajes.
En fin quiere, que siguiendo a Jesús paso a paso, nos entremos con él a considerarle en este del Ecce-Homo, y en los restantes de su Santísima Pasión y que cesando de vivir la vida inmortificada de los hombres, para vivir la vida de este Hombre Dios; rompamos los grillos de la muerte del pecado, y resucitemos como él, para jamás morir, y no atendiendo a las cosas de la tierra; sí, a las del Cielo, consigamos la Gloria por los méritos de Cristo Jesús, donde nos aguarda, para hacernos participantes de su Gloria , y bienes. Amen.
A EL LECTOR.
El Espíritu de Dios es el principio de la Oración, ella viene de Dios; él por sí nada es, nada puede, y a nada tiene derecho, solamente la suma liberalidad de Dios, es la que puede dar el remedio completo; mas como este no se nos concede, sino por medio de la Oración, es necesario oremos, para lograr nuestros beneficios: sin ella nada conseguiremos, y sin llamar a la puertas de su misericordias, no nos abrirá las de sus liberalidades. Con ella alcanzaremos lo que pedimos; y si no lo logramos es, porque nuestra petición es mal hecha. Con ella se aumenta las virtudes, se radica la fe, se aviva la esperanza, se consigue la humildad, se aplaca la divina Justicia, y es un arma poderosa contra los enemigos de nuestra salvación. Pero para conseguir estos bienes, es necesario limpiemos nuestras almas, purifiquemos nuestras conciencias: Oremos con espíritu y verdad: con humildad: con atención, y perseverancia: y si ello nos falta noconseguiremos las Misericordias del Señor.
Preparemos, Lector mío, la entrada a nuestro corazón de este Divino Espíritu, por medio de una verdadera conversión, poniendo nuestro connato, para que permanezca en nosotros, procurando atraerlo con el ejercicio de las virtudes, y oración de nuestro corazón, para que lleguemos a aquellos grados perfectos de ella, con la fe, caridad, humildad, y conocimiento de nuestra flaqueza excitemos nuestros afectos interiores, en la exteriores adoraciones, para que con ella, suba nuestra alma a Dios, y en ellas el rédito que de justicia le debemos, saliendo a nuestra lengua el jubilo de nuestro corazón, confirmándolo con una vida seria, recogida, mortificando nuestros sentidos,vigilando sobre todas nuestras acciones, y pensamientos, para que de este modo consigamos ganar este Santo Jubileo, y alcancemos las bendiciones, y gracias del Altísimo. Amen.
ORACIÓN PRIMERA
para todos los días.
Oh! Dios de Justos, y de Pecadores, Padre común de los buenos, y malos, siempre pronto la misericordia, por ella os habéis dignado de esperarnos hasta
estos días de gracias, y salvación: Vos, oh!, Padre nuestro, nos habéis lavado en la sangre de Cristo Jesús, por él nos habéis adoptados por vuestros hijos, y por él hemos merecido seáis Padre nuestro; y no obstante estas misericordias, hemos disipados los bienes de nuestra adopción, y pecado contra Vos; pero todos nuestros delitos, no son capaces de borrarnos aquel carácter filial, que se nos imprime en las aguas del Sagrado Bautismo; esta grande misericordia nos consuela, ella restituye nuestra esperanza, y afirma en nosotros la confianza, cuando la multitud de nuestros pecados no aterran, desaniman, y confunden. Ya oh! Dios, que habéis abierto los ojos de nuestro espíritu, tocado nuestra alma, y penetrado nuestro corazón, acabad vuestra obra. Ya nos arrojamos entre vuestros brazos, y renunciamos los desordenes de nuestra pasada vida. Ya depositamos a vuestros divinos pies, los viejos vestidos, y encenagados de los que nos ha cubierto nuestros pecados. Volvednos, oh Padre divino, aquella antigua vestidura de nuestra infancia: hacednos participantes de las abundantes gracias, que derramáis sobre nosotros en estos días de Indulgencias: días en los que hacéis correr la sangre de Cristo Jesús sobre vuestros hijos; hacednos útiles, y cuidadosos en este tiempo de nuestra salvación, y vuestra misericordia, y que espiemos por una eficaz penitencia nuestros pecados, practicando una vida toda nueva, para que quienes antes han sido a vuestros ojos unos vasos de cólera, se vuelvan de elección y agrandándote en esta vida merezcamos gozarte en la eterna. Amen.
ORACIÓN A CRISTO
Sacramento para todos los días.
Señor mío Jesucristo, que nos habéis permitido llegar a estos días, en los que la Iglesia pone todo su esmero abriendo sus Tesoros, para reconciliar a sus hijos con Vos, no permitáis, que seamos sordos a sus llamamientos, y que desperdiciemos los socorros, cuando mas las necesitamos. Dadnos oh! Salvados nuestro! Las disposiciones necesarias para participar de vuestros meritos; quítanos este corazón de piedra, que nos hemos tejido con los yerros de nuestros delitos, y danos aquel corazón de carne, que prometiste en otro tiempo a vuestro Pueblo, para no ser mas insensible a vuestra inspiraciones; haced, Señor, que nos paremos a comprenderlas; aclara nuestro espíritu, que está lleno de tinieblas; enciende nuestro corazón, que es todo de nieve; abrasa nuestra lama, de ese fuego divino, que has venido a encender sobre la tierra; ayúdanos a salir de la fuerte modorra de nuestra insensibilidad a la salvación. Lávanos en tu sangre, y no permitas, perdamos la ocasión saludable, que tu misericordia nos presenta; vuelve a nuestras almas los sentimientos de Religión, que ella ha perdido: imprime en nuestro corazón, un deseo ardiente de amante; Haz, que no tengamos otra voluntad, que la vuelta: prepáranos para recibir dignamente vuestro preciosísimo Cuerpo, y Sangre: purifica nuestros deseos; fortifica nuestra Fe, anímala de esa Caridad pura; no te acuerdes oh! Señor, de nuestra iniquidades; olvida nuestras ingratitudes: haznos sentir de una vez, la misericordia grandísima de haberos hechos hijos de tu Iglesia: nada podemos sin Ti, todo lo podemos contigo: dígnate de arrojar sobre nosotros una mirada favorable; ten piedad de nuestra flaqueza, pretéjenos, y ayúdanos contra nuestros Enemigos, y haznos victoriosos de nosotros mismos, para que cogiendo del Jardín de tu Iglesia, y perseverando, con tu ayuda, en tu gracia, hasta el fin, merezcamos gozarte por una eternidad en tu Gloria. Amen.
OTRA ORACIÓN
para todos los días.
Oh! Madre de Dios asilo, y refugio de los pecadores, ruega por nosotros a tu Hijo Cristo Jesús, se nuestra Abogada; haz, oh! Madre dolorosa, que nos traspase el corazón el cuchillo, que ha pasado el vuestro a la vista de sus tormentos en ese bacón; protégenos contra nuestra misma miseria: nuestros delitos nos turban; pero sus dolores, y tu intersección no da valor, y consuelan: alcánzanos en estos días de misericordias las gracias, que te pedimos en esta Novena, en los que prodigo tu Hijo muestra su bondad a los mayores pecadores; mira que fuiste escogida para ser nuestra Abogada, y Madre, y que ese Hijo ha nacido para la redención del pecado: acuérdate, oh! Madre nuestra, que sus Sacro – Santas llagas son las puertas de su misericordias; haz, oh! Protectora poderosa, que ellas sean para nosotros puertas, por donde entremos a aquel Reino dichoso, para gozarlo eternamente en su gloria. Amen.
Dichas estas tres Oraciones (que sirven para todos los días) se rezará un Credo, y después se dirán la oración particular del día.
Leída la Consideración, se tendrá un rato de Oración; y levantado el espíritu en Dios, pedirá cada cual, lo que quiera alcanzar en esta Novena, que sea para gloria, y honra de Dios, y bien de su Alma, juntamente rogará por la exaltación de la Santa Fe Católica, paz, y concordia entre los Príncipes Cristianos, etc. Y después dirá la Oración que sigue en cada día respectivo.
DÍA PRIMERO.
Et milites plectentes coronan; Juan 19, 2.
Oh Paciente Jesús! Que aun no satisfecha la infernal furia de los soldados de Pilatos, con los escarnios que de Vos habían hecho los de Herodes (pensando en porfías en nuevos géneros de tormentos) inventaron el de terceros una corona de espinas, la que os pusieron con crueldad tan indecible, que desfigurado os convertisteis en un objeto de horror, y miseria por este dolor te suplicamos, no ciña nuestra Alma la corona de la ambición, y soberbia, que tejen nuestros enemigos el Mundo, y la Carne, y que no nos puncen las agudas espinas de una mala conciencia, si no que abracemos la tuya, y nos ciñamos de tu humildad, y con ella nos coronemos victoriosos en tu gloria. Amen.
CONSIDERACIÓN.
Considera, alma mía! A Jesús en el tormento, que los soldados Romanos inventaron, poniéndole una corona, cuya espinas llegaron a salir por cerca de los ojos, se dejaron ver por sus sienes, y penetraron hasta la sustancia de su cerebro. Reflexiona, que su Reino no es de este mundo: mira su púrpura, y sirve de irrisión; atiende a su corona, y es para mayor ludibrio. Oh! Escena maravillosa, que hoy representa a un ingrato pueblo en la imposición de la diadema de Jesús! Ella es una ceremonia, o por menos decir, es una cruel irrisión, en la que burlándose sus enemigos, hacen mofa de su Reino. O Varón de los dolores! Que colocaste tu gloria en los oprobios, y afrentas. Si para entrar en su Reino tenemos de ser conformes a la Imagen de su Hijo; cual es, alma mía! La corona, que ciñes; las espinas, que te penetran; donde los oprobios, que sufres? Donde las afrentas que toleras por Jesucristo? Mira, que desemejanza hay entre tu cabeza, y la del Hijo de Dios: advierte, que vas muy distante de su camino, y pues en nada eres semejante a ese divino Señor; pídele te asimiles a él, y te despoje de la corona, que ciñe tu cabeza, tejida de tu ambición, y soberbia que ha desfigurado, y borrado en ti la hermosura de su gracia.
ORACIÓN.
Oh Dios, y Señor nuestro! Ya nos arrojamos a tus sagrados pies, conociendo que de esa suerte te han puesto nuestra iniquidades; y al considerar, que padece el Hijo por redimir al esclavo, que al Inocente se aflige, porque se liberte al culpado; nos abochornamos al verte padecer, viendo nuestras cabezas tan erguidas, y la tuyas tan humillada, ella herida con espinas, y las nuestras coronadas de soberbia, y penetradas de vanidad: no es compatible, oh Jesús! Que vivamos entre delicias, y adornos, cuando tu viviste entre angustias, y tormentos, ni decente, que bajo una cabeza tan colmada de dolores, sean sus miembros tan delicados: por estas penas, humildemente te suplicamos, apartes de nosotros la soberbia de nuestros ojos, la altivez de nuestras cabezas, y convertida nuestra soberbia, en la grimas; nuestra vanagloria en suspiros; y nuestra desobediencia en gemidos, clame a ti nuestro corazón, y diga: Santa nuestra alma, ella ha pecado contra ti; tu eres el Padre de las misericordias, y el Dios de todo consuelo; muéstranos tus caminos, y dirígenos, hasta que lleguemos a coronarnos en tu gloria. Amen.
DÍA SEGUNDO.
Veste pupurea circundederunt eum. Juan, 19, 2.
Oh! Jesús mío, quien podrá considerarte en medio de esos feroces enemigos, que te rodean, como sangrientos lobos, para arrancarte las vestiduras, y cubrirte de una indigna púrpura, para irrisión de aquel ingrato pueblo, sin que desecho su corazón salga liquidado por los ojos? Da, oh! Dios, agua a nuestra cabeza, y a nuestros ojos una fuente de lagrimas, para que lloremos día, y noche, no como en otro tiempo Jeremías, los heridos de su pueblo; si, la dureza de nuestro corazón; y haz, que penetrada nuestra alma a la vista de tu Hijo se despoje de todos sus deleites, y vista la púrpura de una seria penitencia hasta la muerta. Amen.
CONSIDERACIÓN.
Piensa , oh ingrato pueblo! Que Cristo Jesús se dejo despojar de su vestidura, para que a su ejemplo desnudaras tu corazón a las vanidades del mundo; considera, que descargos darás a este Señor a vista de una obra sin ejemplo, de una gracia sin merito, y de una caridad sin modo. Cristo Jesús empeñado en salvarte, y tu haciendo los mayores esfuerzos para perder, no solo tu alma, sino las de tu prójimos, con esas escandalosas vestiduras. Cristo Jesús, por tu amor, se dejo desnudar, despójaté, por el suyo, de esas profanidades y vive la púrpura tejida en el crisol de las mortificaciones, y labrada con elfuelo de la penitencia, hasta hacerte semejante a ese divino Maestro. Repara, oh alma mía! Que con esas galas, no puedes vestirte de Cristo; es decirte, no puedes cubrirte de aquellos vestidos de dolor, y sentimiento, que se cubrió Jesús, y cargo sobre sí, para salvarte. Esos adornos, esas preciosas piedras corrompen tu corazón, y pierden la candidez de tu pecho. Con esos trajes eres la puerta del infierno, la primera desertora de la divina Ley, y la piedra del escándalo. La continencia , no solo consiste en la integridad de la carne; sino también en la modestia, y la honestidad de los ornatos, y galas. No hay nada de Dios donde no hay humillación, honestidad y pureza. El cuerpo del Cristiano, siempre debe estar vestido, no de oro, sino de hierro. Mira, oh alma mía! Que el tiempo es breve, y que si lo das a esos lujos, todo lo pierdes. Los que son de Cristianos, crucificaron sus carnes, domeñándolas en penitencias, y mortificaciones. Vuestra modestia, y honestidad sea patente a todos los hombres. Este es el camino de Dios, el de los Santos, el de la verdad, y el de la justicia. El que siguiese este camino alcanzara la paz, y las misericordias de Dios. Vengan a ti todas las criaturas, gigante todos los hombres, y aprendamos de esa mansedumbre, y humildad, para que no se fije en nuestro corazón la raíz del pecado, que es la soberbia y sigamos a los pecadores para nuestra perdición.
ORACIÓN.
Oh! Lastimado Jesús mío, compadecidos ya de tu tormento, nos postramos a tus plantas, y quisiéramos abrigar con las telas de nuestro corazón, la desnudez de tu delicado cuerpo; bien conocemos, somos nosotros, los que tantas veces repetimos tu vergonzosa desnudez, cuantas nos adornamos escandalosamente: ea, adornos superfluos id fuera de nosotros, no mas profanidades; ya, oh! Jesús, las arrojamos de nuestro corazón, y solo apetecemos tu púrpura; ya queremos andar en el desprecio, ultraje, y en la humillación de nosotros mismos, y seguirte por el camino escabroso de las amarguras de tu pasión, para que desnudándonos de todo lo del mundo, vivamos aquella preciosa gala de tu gracia; para ser admitidos en el convite eterno de tu gloria. Amen.
DÍA TERCERO.
Et arundinem in dextera ejes; Mateo 27, 27.
Oh Jesús divino! Ya admira nuestra alma esa obediencia perfectísima: ya se pasma nuestro corazón al ver en tu manos esa caña, para mayor escarnio de tu divina Persona: ya se aterra nuestro espíritu al ver a un Hombre-Dios abrazar su mismo desprecio, e ignominia; ya, oh! Jesús mío, nos humillamos ante tu divina presencia; y aunque conocemos, que merecemos los golpes de tu justicia; te suplicamos, suspendas los azotes de tu furor; inclina esa caña a la misericordia, sea flexible a la piedad, usa de ella con nosotros, enseñamos tus justificaciones y que andemos en el camino de tu Justicia, para que siguiéndola, consigamos verte en la gloria. Amen.
CONSIDERACIÓN.
Considera, oh alma mía! Que hoy ponen a Jesús en sus divinas manos, una caña para mayor vilipendio, y ultraje. Oh! Enigma de la divina Sabiduría! Ella es aquella vara de su Justicia, y misericordia, pronta a inclinarse, al que con los suspiros de su corazón la llama hacia si, en las humillaciones de la penitencia; pero inflexible para aquellos, que obstinados desprecian sus llamamientos. Mira, oh! Pueblo ingrato, que esa caña, que hoy miras en sus manos, es aquella vara divina, en la que está simbolizando el poder, que goza; el Reino, que posee; y la Justicia, que administra; si ahora lo experimentas flexible, tiempo llegará que sea de hierro, y veras sobre ti, siendo el azote de su Justicia, ese instrumento, que fue de su menosprecio; entonces os hablará según su ira; y os conturbara con su furor; aprended, vosotros, que juzgáis aquí en la tierra y entended, que ella será aquella vara rectísima con que os medirá según el rigor de su Justicia: considera, oh alma mía! La rectitud de su juicio, para que diga nuestro corazón con el Profeta: concierte, oh Señor! A nosotros, libra nuestras almas del camino de sus injusticias, y sálvalas por tu misericordia, en aquel último día de los tiempos.
ORACIÓN.
Oh! Jesús divino, Vos sois, al que busca nuestra alma; al que desea nuestro corazón; Vos sois, nuestro refugio en todas las tribulaciones, nuestro recurso en las adversidades; vos sois, nuestro gozo, y alegría: ya confesamos nuestras injusticias, delante del Cielo, y la tierra; haz, que ellas no dominen mas sobre nosotros; no nos muestres en tu Justicia, el poder de esa divina caña: mira, oh! Señor, que no hay Rey, Príncipe, ejercito, virtud, ni potestad alguna, que pueda resistirla; ninguno sino tú, conoces nuestra nada; y que pues con la penitencia, se aplaca tu divina Justicia: mira, oh! Señor, propicio las suplicas de este pueblo, aparta de él los azotes de tu ira, que tan justamente merece, para que inclinada esa caña a la misericordia, consiga el perdón de sus culpas. Amen.
DÍA CUARTO.
Ave Rex Judeorum; Juan 19, 3.
Oh! Jesús pacientísimo, que no contentos tus enemigos viéndote en el publico teatro de ese balcón tan herido, lastimado, añaden a tus tormentos nueva especies de dolores, e inventan las de las ignominia, y oprobios, mofándote de
ti, y saludándote como a Rey de burlas; te suplicamos por ese doloroso menosprecio, traspase nuestro corazón, de paciencia, y mansedumbre, para que tolerando los saludos ignominiosos que da el mundo a los que te siguen, merezcamos ser tus vasallos en el Reino de tu gloria donde reinas por los siglos de los siglos.
CONSIDERACIÓN.
Considera, oh! alma mía, a este soberano Rey en la amargura de este afrentoso paso, y no solo padece este publico menosprecio; sino también es afligido su corazón, sabiendo le aguardan improperios, sobre improperios, y así padece su corazón con la consideración de los que le amenazaban; de esta serte combatía a su espíritu dos géneros de tormentos. Considera, oh! Pueblo Cristiano, el terrible sentimiento, que atormentaría su corazón, sabiendo que l habían de trata con Rey de burlas, no ya aquellos, que no le conocían; sí los mismos, que le habían de creer, y confesar por Hijo de Dios. Oh! Alma mía, que otras cosas haces, que adorar como Rey de burlas, a Jesús Cristo, cuando entras en el templo con una abominable indiferencia! Tratas este sitio como teatro de abominación! Oh! Sentimientos de religion donde os habéis escondidos, oh! Justos de la tierra donde os habéis retirado! Oh! Adoraciones, donde os ocultáis! Que es esto, oh alma mía! Sino peor que aquello soldados, mofar a tu Señor, y vilipendiar a tu Rey en ese trono de Majestad, no ya ignorado, como en aquel tiempo, si reconocido como supremo Rey y Señor de todo lo criado. Oh! oprobios los mas lamentables! Oh! Desprecios los más dignos de lágrimas de un Cristiano! Piensa, oh! alma mía, tu indiferencia a la vida, y presencia de tu Dios, y dile con el corazón: ya, Señor, no seré osado a entrar en tu Santa Casa, sin aquella veneración, reverencia, y humildad, que de justicia te debe mi alma, en el te adorare como mi Padre, Rey, y Señor con temor, y reverencia filial en una verdadera humillación de mi mismo. Danos, oh Rey nuestro! Un santo temor a la vista de ese trono, y tiemble muestra alma a la presencia de esa Majestad, para que a contraposición de tus enemigos, te adore nuestro corazón, con todas las fuerzas de nuestra alma, hasta llegar a adorarte en tu gloria.
ORACIÓN.
Oh Jesús poderosísimo! Aquí nos tiene postrado ante tu divino acatamiento, y humildemente te pedimos, nos de un rayo de tu luz divina, para adorarte como Señor soberano, y conocer, a quien solo compete el nombre de Señor, tu eres el verdadero, y altísimo, sobre todos los de la tierra; el excelso sobre todas las gentes, y el digno de ser adorado: por esta infinita grandeza, te suplicamos nos concedas un temor santo, y reverente, para que practicando humildes, tus adoraciones en la tierra, lleguemos a repetirlas en tu Reino. Amen.
DÍA QUINTO.
Et percutiebant capuz ejes arundine. Marcos; 15, 19.
Et debant ei alapes. Juan; 19, 3.
Oh Dios, y Señor omnipotente, que quisiste sujetarte a tan ásperos tormentos, sufriendo que hirieran a golpes tu cabeza, y a bofetadas tu divino rostro ; concédenos por estos dolores, fortaleza para resistir los golpes, que el mundo ofrece ; rebatir a nuestros contrarios con el ejemplo de una sólida virtud, y triunfar de los que andan por el camino errado de sus herejías, para que siguiendo a nuestra cabeza Cristo Jesús en la Iglesia santa, con la rectitud, y pureza debida, permanezcamos miembros vivos de ella, y fructificando en la tierra, cojamos los frutos en tu gloria. Amen.
CONSIDERACIÓN.
Considera, oh alma mía! Que ahora principian los insultos a Jesús, y se fomentan de nuevo los desprecios de sus enemigos, arde en sus corazones la ignominia, la envidia no se apaga, antes si mas se enardece, y mas arde. Hoy renuevan los dolores de su cabeza, hiriéndola a golpe de caña, y con crueles bofetadas de su divino rostro: jamás se vio hasta entonces reo alguno entre aquellas gentes, que fuese castigado tan atrozmente como el Santísimo, entre los hijos de los hombres. Oh! Crueldad la más inaudita! Oh! Inconstancia del humano corazón! El es, el que entró triunfante en aquel pueblo, y en breves días por el mismo, y en la misma Ciudad lo muestran de tan diversas maneras; antes clamaban: alabad a Jesús, ensalzad al Hijo de David, y ahora lo calumnian. Antes lo confesaban por su Rey, hoy no conocen otro, que el Cesar, y en señal, que lo reputaban por un Rey necio, y estulto; dan golpes con aquellas varas, y cañas en su divina cabeza: hieren con manos crueles, su divino Rostro, y de esta manera, lo lenan de oprobios, lo colman de vilipendios, siguen sus ignominias, se fomenta sus ultrajes, principian sus insultos. Considera oh! Alma mía, que si ya tuvieron fin aquellos atroces tormentos para Jesús, principian otros mayores para su corazón, hiriéndole, con mas vilipendio (que en otro tiempo sus enemigos) su Sacrosanta Cabeza, con las huecas de la vanidad de la sabiduría del mundo; en la total indiferencia de su religión Santa; en el desprecio de su Santuario, y en la mezcla (no necesaria) con gentes, cuya doctrina es dañosa, cuyas máximas son las mas perjudiciales: gentes, que no son dignas de los saludos de un Cristiano: enemigos de Cristo Jesús cuya Cabeza hieren con las cañas de los errores, queriéndola despedazar, y dividiendo sus miembros. Estos son aquellos lobos feroces, que quieren devorar este místico Cuerpo, y dividirlo, ultrajando su invisible Cabeza, Cristo Jesús, y devorando su plebe como el bocado de pan. Que es esto, oh alma mía! Sino herir con mayor vilipendio, y perversidad aquella cabeza de Nuestro Redentor. Pásmense los Cielos, al ver ultrajado al Hijo de Dios, por aquellos mismos, que por tal se confiesan, y creen. Pídele, oh alma mía! La total ignorancia de la sabiduría del mundo, para aprender aquella ciencia de los Santos, y el camino recto de sus Mandamientos.
ORACIÓN.
Oh! pacientísimo Jesús, que tan preparado tuviste tu corazón, por el amor del hombre, a tantas afrentas, y tormentos; por ellos re suplicamos, que tu Ley, y Evangelio sean siempre nuestra meditación; tus promesas, nuestra alegría; tus
tormentos, nuestro consuelo; y tu humildad, nuestra ciencia: haz, oh divino Jesús, que tu paciencia, sea nuestra vanidad, tus palabras, nuestras máximas, para que observándolas, veamos cumplidas tus promesas en tu gloria. Amen.
DÍA SEXTO.
Et conspuebant eum. Marcos; 15, 19.
Oh! Jesús mío, que toleraste te pusieran tus enemigos en este estado, sufriendo ser colocado en ese balcón, vestido ignominiosamente, todo teñido con tu misma sangre, con ese divino rostro tan descolorido, y desfigurado, que aun apenas te conocían los mismos, que te atormentaban, y hoy toleras ser escupido; por esta suma paciencia te pedimos, nos conceda la gracia de hacernos verdaderos Cristianos, para que no se blasfeme en nosotros este tan Santo nombre; que no vomite nuestro indigno corazón execraciones, y blasfemias contra tu divina Persona (que son otros tantos escupos, que arrojamos a tu Santísimo rostro) antes si imitemos tu paciencia, para tolerar con resignación las salivas venenosas, que nos arrojan nuestros enemigos, para que triunfando de ellos, merezcamos con tu gracia, y por tus meritos verte en la gloria. Amen.
CONSIDERACIÓN.
Piensa, oh! Alma mía, el vilipendio que hoy hacen de Jesús con las salivas, que arrojan a su divina cara; ellos escupen el veneno de su corazón, y vomitan el encono de sus almas. Considera, oh! Pueblo ingrato; cautiva a la misma libertad; burlado, a la gloria de los Ángeles; empañado, al espejo sin mancha, y escupido, al candor de la eterna luz. Oh! Jesús verdaderamente el oprobio de los hombres, y el desprecio de la gentes! El fue mofado, como reo; ultrajado como fatuo; escupido como malhechor. Que quieres mas de Jesús, oh! Alma ingrata, que más pretendes de tu Redentor, cuando hoy sufre de ti ser escupido, renovando tu aquellas salivas con las execraciones, y blasfemias; que arrojas en su misma cara, y en su misma presencia! Ay de ti que blasfemas al Santo Israel. Considera, que mayor persecución, y salivas más crueles padece Cristo Jesús, por aquellos que escandalizan con su mal ejemplo, y perniciosas palabras pervirtiendo las almas, que por aquellos Judíos, que hicieron correr su sangre preciosísima. Aquellos la vertieron para remedio del hombre, e ignorando fuese el Hijo de Dios; estos, conociéndole, hace que se desperdicie aquel preciosísimo bálsamo, y que sirva para el veneno mas cruel, el que había de ser la medicina mas saludable. Ay de aquel que escandalizare, dice Jesús! Repara que ultrajar, y menospreciar de Casa de Dios, con conversaciones irreverentes, blasfemas, y sacrílegas, es escupir de ese rostro divino, y hacerte verdaderamente sacrílego, y profanador de lo mas precioso, y Santo. Ea, alma mía, ya es hora, que despiertes de los letargos en el que mundo te ha confundido, y si hasta aquí ha imitado a un Pablo en lo blasfemo, síguelo en lo penitente, hasta dar tu vida por este divino Maestro.
ORACIÓN.
Oh! Soberano Jesús, Señor, y Dios omnipotente, a ti levantamos nuestro corazón, oye nuestro clamor, mira el buen deseo de nuestras almas, a ti ofrecemos nuestras Oraciones; tú, oh! Señor, oye benigno nuestra suplica, pon tus ojos benignos, en este pueblo que se acoge a ti: suban nuestros clamores como el incienso, y sean agradables en u divina presencia: no permitas, que nuestras bocas te arrojen las salivas pestilentes de palabras indignas, blasfemas, y sacrílegas: n dejes, que nuestro corazón se de a la malicia, y ala iniquidad, antes si inclínalo, oh! Jesús, a el conocimiento de sus delitos, que penitentes los confesemos, y consiguiendo el perdón alcancemos tu gracia, y con ella tu gloria. Amen.
DÍA SEPTIMO.
Ecce adduco eum foras ut cognofeatis. Juan; 19, 4.
Oh! Jesús purísimo, que toleraste la infernal malicia de aquel ingrato pueblo, y la inflexibilidad de sus empedernidos corazones, aun después de conocida tu inocencia, y publicada por el mismo Presidente Pilatos; por esta humildad, y dolor te suplicamos nos concedas un corazón de cera, y nos de luz para conocer nuestra malicia, y que no permanezcamos protervos en nuestras culpas, que reconozcamos tus beneficios, y lo publiquemos incesantemente, y siguiéndote por el camino de las ignominias, lleguemos a purificarnos, y a gozar las verdades de tu Reino. Amen.
CONSIDERACIÓN.
Considera, oh! alma mía, que sabiendo Pilatos, que por envidia habían entregado a Jesús, compadecido de el, sale a hablar a aquel indigno pueblo, y le pregunta que queréis que haga con Jesús; oh! Palabras llenas de misterios! Ellas expresan la negación del crimen impuesto contra Jesús: testifican su inocencia; descubren la voluntad de Pilatos en quererle libertar, y últimamente, muestran la protervidad, en ingratitud de aquella perversa gente: considera, oh! Alma mía, que hoy te lo presentas Pilatos en ese balcón, y te repites las mismas palabras, y te dice: aquí lo tienes, que quieres, oh! Pueblo ingrato, que haga con tu Rey, con tu Dios, y Señor; ea, ya te lo entrego, ahí lo tienes; pero sabe que yo no hallo causa en él, para que así lo trates, y vilipendies; si tu perversidad no te da lugar, oh! Pueblo, va conocer sus beneficios, si el verlo en ese balcón tan humillado te da valor a permanecer protervo, y resistir a sus palabras; tiempo llegará lo veas, no en este traje, no con esta humildad, que hoy te lo presento; si con aquellas lucientes vestiduras resplandeciendo entre sus Ángeles, para terror, confusión, y espanto de los que no se han valido en tiempo, ni se han aprovechado de sus ignominias, y afrentas: que es lo que haces, oh! Alma mía, ahí tienes a Jesús; el te lama, se abate, se humilla, te busca, y desde ese balcón te dice: ea, Hijo mío, que haces, que no me pides; que piensas que no me ruegas aparte de ti esa dureza de tu corazón, para que me sigas en mi Justicia, me imites en mi inocencia, camines en mi obediencia; que te paras, oh! Alma mía, el te convida, logra la ocasión, ea pide, que el te dará; ruégale, que el te concederá cuanto /sea para su gloria, y honra, y bien de tu alma.
ORACIÓN.
Oh! Dios, y Señor de los ejércitos celestiales, oye nuestras Oraciones, y lleguen a los oídos de tu misericordia, aparte de este pueblo aquel inquino temor, y respecto humano, que en otro tiempo, preocupo a Pilatos; mira la miseria de nuestra pequeñez, y lo maligno de nuestra enfermedad; registra desde ese excelso Solio este lugar de destierro, en el que nada hay, sino gemidos, llantos, y miserias; atiende, oh! Dios, a la cara de tu Hijo Cristo Jesús, al que ungiste para nuestra salud, y en su nombre te pedimos, que nos mire en tu misericordia, y nos conceda una santa resolución, para que pisados los humanos respectos, sigamos tus preceptos, y justicia en todos para alcanzar tus promesas en tu gloria. Amen.
DÍA OCTAVO.
Ecce-Homo. Juan; 19,5.
Oh Jesús mío! Aun no han tenido fin tus oprobios! Tus enemigos prolongaron sus iniquidades, aun vive en ellos aquel rabioso encono contra tu divina Persona, tus ultrajes prosiguen; pues no conformes con los pasados te sacan al publico en un balcón, para que si antes era solamente el ludibrio de los Soldados, ahora lo seas de toda la plebe y el desprecio de todos los hombres; oh! Humildad de mi Jesús, oh sufrimiento de mi redentor! Por este tormento, te pedimos, cesen en nosotros las irreverencias, y los desprecios, que hemos cometido a la vista de ese trono, lleno de toda Majestad y veneración; que no se prolongue nuestras iniquidades, que no viva en nosotros, aquellas oposición, que hasta aquí hemos tenido contra tu divina palabra; que contentos ya con los ultrajes, que hemos hecho a tu divina Persona, no prosiguen mas abominaciones en su Santo Templo; sino que te adoremos en ese balcón, como a verdadero Dios, y Señor nuestro, y desde hoy seas, en ese sitio, objeto de veneración a los pecadores; blanco de consideración a toda la plebe; y el aprecio de todos los hombres, y reconociéndote en ese Trono como Rey Soberano, nos alistemos en tu ejercito, y peleemos, como Soldados fuertes, hasta tomar por asalto, aquella Ciudad Santa, y Reino tuyo, donde coronados, te alabemos eternamente. Amen.
CONSIDERACIÓN.
Piensa, oh! Alma mía! Que Pilatos compadecido ya de Jesús te lo presenta en ese balcón, y te dice: Ecce-Homo, palabra breve; pero sentencia grande! Es decirte, aquí tienes a este hombre, mira a este inocente, no hallo en el causa, bien sea que por envidia los han entregado a los tormentos; ea, ¿que quieres de él? ¿en que te ha ofendido? Pide contra él, aquí lo tienes: ea, que haces ¿no le conoces? Pues repara que aunque está desfigurado a fuerza de los tormentos; mira que este hombre, es Jesús, el es el prometido de la ley; el anunciado por los Profetas; y el deseado de las naciones: el es, aquel que no solamente tiene imperio absoluto sobre la tierra; sino también sobre el Dragón furioso del mar; mira en esta púrpura la Sangre con que te redimió; atiende a esas manos ligadas, que ellas, hicieron el Cielo; ellas, formaron la tierra; y sus ejes están contenidos con el dedo de su Omnipotencia. Este es el Hombre que hoy miras en este balcón, aquí lo tienes hechos el desprecio de todos, ea pueblo ingrato, conócelo; piensa, oh! Alma mía! Que este es el Hombre – Dios, el nacido para salud tuya, la Cabeza de los Ángeles, y de los hombres, el Redentor del Genero Humano, la esperanza única de los pecadores. Él convierte su furor en piedad; su venganza, en misericordia; y Soberanía, en humillación: este es el que muere por tu amor, oh, alma mía! Y como olvidado e su Omnipotencia no hace caso de su pode: confúndete, oh Pueblo! Y aprende de este modelo que hoy te muestra en ese balcón; míralo bien y repara que es un libro abierto, en el que leyendo, y meditando, se aprende la universal disciplina de todas las virtudes; abre ese cuaderno, repásalo, en el hallaras todo los que necesitas, y encontraras aquella ciencia de los Santos; ciencia, que no se consigue sino a los pies de ese Hombre – Dios; que no se alcanza, sino en la escuela de ese divino Maestro, toma en tu memoria la lección, que te da cuando humillado clama a su Padre Eterno, y le dice: ea, Padre mío, delante de tus ojos están todos mis Enemigos, no se te pueden ocultar. Tú conoces perfectísimamente, y cumplidamente la malicia de sus corazones, no ignoras con que ánimo, y cuan inicuamente contra toda justicia maquinan contra mí; yo, Padre mío, estoy preparado, a todo cuanto les permitieres; con ansia deseo beber este Cáliz, que me has preparado, ya ves humillado ante mis contrarios para que se cumpla tu voluntad, ella se haga, y no la mía: oh! Lección saludable, que hoy nos da, y se nos presenta en ese descuadernado libro; apréndela, oh! Alma mía! Tómala en tu memoria, para con humildad, y paciencia toleres los oprobios, afrentas, y trabajos, que el pueblito balcón de este mundo, maquinan contra ti tus enemigos, y pídele a este divino Maestro, te enseñe a hacer su voluntad, y no la tuya, que es la Ciencia mas superior entre todas las ciencias.
ORACIÓN.
Oh Humildísimo Jesús! Ya nuestro corazón enardecido, al verte en ese balcón, por nuestro amor tan sujeto, se presenta ante tu divino acatamiento y te dice: Ecce – Homo: aquí tienes a este ingrato hombre,, que tantas veces ha maquinado contra ti: mira este hombre, que soberbioso se ha humillado a tus mandamientos; pero, oh! Dios! Aquí tienes a estos hombres, que como reos convencidos, se postran, ante ese divino Trono, y te suplican les de de los auxilios, para hacer en todo tu voluntad santísima, y que a ejemplo de los Celestiales Ciudadanos, con un tranquilo espíritu jamás se opongan a ella; sino que en todo se sujeten, para que agrandándote en esta vida, pasen a alabarte en el Cielo. Amen.
DÍA NOVENO.
Tolle, tolle crucifixe eum. Juan; 19, 6.
Oh! Humildísimo Jesús, que no contento aquel pueblo indigno, con verte en ese balcón cruelmente castigado, ni satisfecho de tu inocencia (aunque publicada por el mismo Pilatos) abriendo sus bocas, y dilatándolas aquellos feroces enemigos, y calman contra Ti, diciendo: quítalo, quítalo de nuestra vista, crucifícalo. Por estos tan fuertes tormentos, te suplicamos, no se harán nuestros corazones a los vicios, con los que te arrojamos del templo vivo de nuestras almas, que compadecidos de tus penas, no te crucifiquemos, repitiendo nuestras culpas; sino que nos crucifiquemos al mundo para merecer resucitar en tu gloria. Amen.
CONSIDERACIÓN.
Considera, oh! Alma mía, a Cristo Jesús, hecho el vilipendio de los hombres, el ludibrio de los Judíos, el escarnio de la plebe, el oprobio de los Príncipes, el blanco de la ira de los Sacerdotes, de los Pontífices, y últimamente de Pilatos. Todas las potencias del Alma de Jesús están llenas de dolores, y penas: sus sentidos todos padecen, todos sienten, y todos igualmente son atormentados: el fue vendido por un Judas, negado por un Pedro, abandonado de todos sus amigos: fue, sin comparación, mas afligido Jesús por sus enemigos, que Abel, por Caín; que Isaac, por Ismael; que Jacob, por Esaú; que José por sus hermanos; que Elías, por Jesabel; y que David, por Saúl: mira su paciencia, en la grande obra de su pasión; su humildad, en el modo; su infinito amor en la causa: piensa que con su consideración, la fe se ilumina; la esperanza se corrobora; la paciencia se excita; y la caridad se inflama: advierte en ese divino Maestro, no ya escrito, sino esculpido su Amor: cuantas heridas veras, tantas notas, y caracteres son de su inmensa Caridad. Considera cuando te exaltas, a Cristo humillado, y que tu propio lugar es el de la nada; y que de ella fuiste sacado; conoce, oh! Alma mía, tu Nada, y dile con el Apóstol: ya no quiero tener más gloria, que la Cruz de mi Jesús, ni más satisfacciones, que sus penas, y afrentas, y crucificarme al mundo, y morir a él, para vivir eternamente con mi Jesús.
ORACIÓN.
Oh! Divino Jesús, Amante de las almas, y Redentor nuestro, ya llegó el tiempo que te quiten de ese balcón para ir a morir, llegó la hora mas amarga de tu pasión; mas antes de que de nuestras vidas te ausenten, te suplican nuestros corazones nos des la Fe de un Abrahán, la Esperanza de un Jacob, y la Caridad de un Pablo, para que sienta nuestra lama ese fuego, que siempre arde, y nunca se apaga, y que te busquemos para seguirte crucificado hasta la muerte, y resultar glorioso para gozarte en tu gloria. Amen.
O. S. C. S. R. E.
El Ilmo. Y Rvdmo. Señor Don Fr. Juan Bautista Servera, Dignísimo Obispo de Cádiz, y Algeciras, concede cuarenta días de indulgencia, a todos los Fieles, por cada día, que asistieren devotamente a esta Novena.
Cádiz y Noviembre 19 de 1779.
Apruébale por lo que a Nos toca para que se pueda imprimir, obtenida la competente Licencia.
Lcdo. Andrade.
Cádiz 23 de Noviembre de 1779
Mediante lo que se expresa en el anterior Dictamen, imprimase, y ponga este Original, y los ejemplares acostumbrados, en la Escribanía de la Comisión.
Xerena.
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